Las paredes violetas y la noche,
las cortinas blancas y la tenue brisa del verano,
el ventilador lento,
la luz de los faroles o la luna colándose por las rendijas de las persianas.
Y vos y yo, yo contándote un cuento.
Sentada a horcajadas sobre tu pecho,
nuestros cuerpos desnudos o apenas velados por las sábanas,
yo era tu Sherezade,
la del principio de los tiempos.
Yo te contaba.
A veces vos te reías, a veces te emocionabas, a veces no sé qué pensabas.
Y yo te amaba porque me escuchabas.