Es la primera vez que regreso a Nepal desde el devastador terremoto de 2015. Años antes recorrí el país varias veces, y tengo que confesar que aunque sabía que el deterioro del espléndido patrimonio histórico -especialmente en las ciudades del Valle de Kathmandu- me iba a llenar de tristeza, a lo que más temía era a la ausencia. Cuando una es viajera y vuelve una y otra vez a sitios que adora, conoce gente. Gente con nombre y profesión, gente con la que conversa y sabe tu nombre, y gente ignota. Personas que te atraen por mil motivos, a las que seguís por las calles para saber dónde viven, a las que amás sacarles fotos, a las que les imaginás una vida. Esa gente es inspiradora; los anónimos siempre fueron para mí como musas que me incitaron a escribir. Una vez me quedé en Bhaktapur muchos días; vivía en una guest house muy humilde frente a Dattatreya Temple, y gran parte de la fascinación que me causaba sentir que “vivía” ahí era que reconocía a la gente. Sobre todo a la gente muy mayor. Viejitos con topi y largas kurtas blancas que se sentaban al atardecer a cantar en el templo y viejitas hermosas con flores en el pelo y el traje rojo y negro tradicional Newar que hacían pujas al amanecer. Con ansiedad volví a Bhaktapur y la caminé, todavía hermosa, a pesar de su evidente deterioro. Y empecé a reconocer gente. Esa gente sin nombre pero de toda mi vida. Y me emocioné porque ellos no saben quién soy y yo sí quiénes son ellos. Los viejos siguen calentándose al sol en los bhawan de madera. El cuidador del templo de Dattatreya, con su topi rojo fuego y figura enclenque, sigue mirando a la plaza como un gran señor. Hay un anciano que tiene dos chivos a los que pasea como si fueran mascotas. Hay una mendiga que más que nepalí parece salida de una peli siciliana de los hermanos Taviani. Y hay una hermosa señora que todos los días se instala con su rueca a hilar en un bhawan. A ella la conozco hace mucho.
Volver a verlos es constatar que el ser humano es frágil y fuerte, a la vez. La muerte nos llegará a todos, pero mientras esto no suceda, celebro la vida de quienes permanecen aquí. Y les agradezco, porque sin que lo sepan, dan sentido a mi alma viajera.
Me parece super apacionante lo poco que he leido.
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No puedo parar de leer..
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