Anhelaba tanto seguir el cauce del río Santa Cruz desde su nacimiento en la cordillera hasta su desembocadura en el Atlántico. Lo ansiaba porque siempre estoy con sed de ríos. Yo no sería lago, tampoco océano, sé que si fuese agua sería río. En mi gran mapa de papel desplegado sobre la cama del hotel figuraba una ruta que lo bordeaba, la 9, pero nadie en El Calafate sabía si estaba transitable. Llamé a Vialidad y me pronosticaron problemas, incomunicación y soledad si nos pasaba algo. Todos nos sugerían que fuéramos por asfalto hasta Río Gallegos, lo que suponía 500 km de más y, sobre todo, perdernos el río, descrito preciosamente una y otra vez por el Perito Moreno en “Viaje a la Patagonia austral”. Finalmente un chico de una YPF nos dio confianza y nos largamos. El ripio en mal estado por largos tramos, algunas estancias lejanas, ni una persona nunca, ni un auto. Sólo guanacos, que son cientos y curiosos, choiques (ñandú nativo), algún zorrito gris escabulléndose entre las matas de espinos. Varios kilómetros más adelante -una cinta de plata entre cerros bajos- vimos el río. Caracoleaba manso y sin apuro en la estepa monocromática. Nos bajamos, caminamos.
El río Santa Cruz del Perito, nosotros, la sugestiva nada patagónica, tan llena de cosas. Inolvidable ruta 9 santacruceña.
Todo se ilumina con tu mirada .
Pequeño saltamontes ,diría un monje de una peli.
Nos acercas la vida en tus recorridos.
Eso ya lo sabes .
Se te agradece igualmente.
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Muchas gracias!! Me encanta lo de «pequeño saltamontes»…
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